No nos avergonzamos del Evangelio

No nos avergonzamos del Evangelio

Cuando se trata de obsequiarle regalos a las personas, me gusta encontrar el regalo perfecto para cada uno. Considero lo que les gusta o lo que pudieran necesitar, y luego trato de encontrar algo que realmente «toque su corazón»—algo que supla una necesidad o toque su corazón de una manera especial. Bueno, también puedo hacer eso por alguien en la categoría espiritual de la vida—tengo algo para dar que puede suplir cualquiera necesidad que alguien tenga y traer gozo a su vida. Es la verdad de la Palabra de Dios. Podemos dar el regalo perfecto por medio de abrir nuestras bocas y hablar la verdad en amor. Podemos dar a otros la Palabra de Dios que cambiará sus vidas.

Cada día trae para nosotros oportunidades para relacionarnos con otras personas—en el colegio, en el trabajo, en el hogar, mientras hacemos las compras. Sin embargo, comenzar a hablarle a alguien a veces puede parecer difícil. El mundo trata de disuadirnos de hacer lo que sabemos que es la voluntad de Dios. El profeta Jeremías tenía la poderosa Palabra de Dios para hablar, pero al principio estaba intimidado por aquellos que lo rodeaban.


Jeremías 1:6-8:
Y yo dije: ¡Ah! ¡ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño.
Y me dijo Jehová: No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande.
No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice Jehová.

Dios le prometió a Jeremías que le daría palabras para hablar que producirán los mejores resultados disponibles. ¡Es igual con nosotros! Tenemos la verdad de la Palabra de Dios en la Biblia—Su Palabra escrita—para declararla denodadamente. Y así como Dios estuvo con Jeremías, Dios promete estar con nosotros, para que no tengamos temor alguno.

Moisés también tuvo dificultad cuando se trataba de hablar las buenas nuevas que Dios tenía para Su gente.


Éxodo 4:10-12:
Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua.
Jehová le respondió: ¿Quién dio la boca al hombre?…¿No soy yo Jehová?
Ahora pues, vé, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar.

Moisés miró sus experiencias pasadas y sintió que no era lo suficientemente bueno para hablar. Después de que Dios le dijo a Moisés que Él estaría «con su boca» y le enseñaría qué decir, Moisés resistió con denuedo la fuerza de Egipto y ayudó a liberar al pueblo de Dios de la servidumbre.

Jesucristo reconoció que aquellos alrededor de él sí tenían «hambre y sed de justicia». Teniendo gran compasión, él abrió su boca y amorosamente enseñó la verdad de la Palabra de Dios que suplió la necesidad en sus vidas.


Mateo 5:2,6:
Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo:
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.

Jesucristo, el Hijo de Dios, no tenía temor alguno cuando se trataba de hablar en nombre de su Padre. ¿Por qué? Él sabía cuán importante era que la Palabra de Dios fuera hablada. Y si él no la hablaba, ¿quién entonces? Como hijos de Dios renacidos, nosotros también podemos «seguir la verdad en amor» (Efesios 4:15). Lo único que tenemos que hacer es abrir nuestras bocas.


Hechos 8:35:
Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús.


Hechos 10:34:
Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas.

Tanto Felipe como Pedro abrieron sus bocas. ¡Ellos hablaron la verdad de la Palabra de Dios con relación a las obras logradas por Jesucristo que pueden traer completa liberación a cualquiera! El apóstol Pablo también sabía cuán importante era abrir su boca y hablar la Palabra con denuedo. Él sabía que tenía algo que valía la pena hablar.


Romanos 1:15,16:
Así que, en cuanto a mí, pronto estoy a anunciaros el evangelio también a vosotros que estáis en Roma.
Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree;…

Pablo estaba pronto, tenía celo y estaba deseoso de predicar el evangelio. «Predicar el evangelio» significa proclamar las buenas nuevas. ¿Cuáles eran estas buenas nuevas de las cuales él no se avergonzaba? Pablo estaba listo para anunciar las buenas nuevas del Misterio que estaba revelado, la cual incluye la verdad de «Cristo en vosotros, la esperanza de gloria».


Efesios 6:19:
y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio.


Colosenses 1:26,27:
el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos,
quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria.

Nosotros también podemos abrir nuestra boca y hablar las buenas nuevas de la Palabra de Dios. Justo en medio de tantas cosas negativas que se hablan hoy día, ¡podemos brindar palabras que hacen que las personas estén CONTENTAS! Estas buenas nuevas es el poder de Dios para salvación para TODO AQUEL que crea.


Romanos 10:9,10,13:
que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.
Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.
porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.

¿Pero cómo podrán oír y creer si no abrimos nuestra boca primero y predicamos?


Romanos 10:14,15:
¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quién les predique?
¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!

Así como Pablo, nosotros estamos «prontos» y «no nos avergonzamos». Dios nos ha provisto con todo lo que necesitamos para vivir con denuedo, confianza y valentía para Él. La Palabra que hablamos a otros tiene un impacto eterno para cambiar vidas en aquellos que creen; tenemos palabras de suma importancia para la gente oír. Mantengamos esa poderosa Palabra de Dios en nuestro corazón, y busquemos cada día oportunidades para abrir nuestra boca y hablar las buenas nuevas, ¡porque no nos avergonzamos del evangelio!

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